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La Estación Espacial Internacional cumple 25 años de presencia humana en el espacio, repaso


El 31 de octubre de 2000, tres astronautas de Estados Unidos y Rusia despegaron desde Kazajistán en un vuelo de dos días hacia el espacio. Su destino, una estación flotante de 109 metros en órbita sobre la Tierra.

La tripulación de la Expedición 1 tenía el encargo de poner en marcha la nueva Estación Espacial Internacional (EEI) haciendo algo que nadie había hecho antes, pasar cuatro meses en órbita montando los sistemas de soporte vital y comunicaciones necesarios para una estancia de larga duración en el espacio.

En los últimos 25 años, la EEI ha recibido a más de 290 personas de 26 países. La mayoría han sido astronautas profesionales, aunque a veces turistas espaciales e incluso directores de cine han viajado hasta ella.

El laboratorio espacial ha acogido más de 4.000 experimentos de más de 5.000 investigadores de 110 países, según la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio de Estados Unidos (NASA), la agencia espacial estadounidense.

Es también el principal banco de pruebas para misiones de espacio profundo. Los astronautas la utilizan para preparar las próximas misiones Artemis, que volverán a llevar seres humanos a la superficie de la Luna por primera vez en más de 50 años y, si todo sale según lo previsto, después a Marte.

Euronews Next repasa la historia de la EEI para celebrar el 25 aniversario de la vida humana en el espacio.

¿Cómo se construyó la EEI?

El Laboratorio Nacional de la EEI afirma que nació del mismo sueño que hoy comparten muchos innovadores del sector espacial, vivir en el espacio.

El Gobierno estadounidense comenzó a construir la EEI con ese objetivo ya en la década de 1950, diseñando una estación orbital modular que alojara tripulaciones y repostara naves camino de una base permanente en la Luna.

Durante los años sesenta, tanto Estados Unidos como Rusia desarrollaron sus propias ideas de cómo podía ser una estación espacial.

En 1984, el presidente de Estados Unidos Ronald Reagan aprobó el proyecto, se asignó presupuesto y, con el tiempo, se incorporaron socios en Europa, Canadá y Japón, según el laboratorio.

George Abbey, director del Centro Espacial Johnson de la NASA en la fase de desarrollo de la EEI, dijo en el 20 aniversario, en 2020, que los rusos permitieron a los estadounidenses vivir casi 1.000 días en órbita a bordo de su estación espacial, Mir.

De 1994 a 1998, el programa Shuttle-Mir “preparó el camino” para la EEI e “inició una era de cooperación y exploración” en el espacio, según la NASA.

El papel de Europa

La Agencia Espacial Europea (ESA) se implicó en 1988, cuando firmó un memorando de entendimiento con la NASA.

La ESA construyó dos elementos de la estación, entre ellos el laboratorio europeo Columbus, especializado en investigación en física, ciencias de materiales y ciencias de la vida. También fabricó varios Vehículos Automatizados de Transferencia (ATV), naves de suministro que transportaban hasta siete toneladas de carga con provisiones, equipos científicos y propelente hacia la EEI.

Europa también aportó equipos y diseño en la EEI, y la agencia afirma que más de un tercio de los elementos presurizados de la estación fueron diseñados y construidos por proveedores del bloque.

El resultado final de esta cooperación internacional, incluida la participación de la ESA, es el mayor objeto construido por el ser humano que ha orbitado la Tierra.

La NASA describe la EEI como “más grande que una casa de seis dormitorios”, con dos baños, un gimnasio y una ventana panorámica de 360 grados. La estación tiene un volumen presurizado de 1.005 metros cúbicos y una masa de casi 420.000 kilogramos.

25 años de recuerdos

La EEI ha sido el escenario de momentos históricos y personales en estos 25 años. Uno de los primeros astronautas en llegar a la estación, el ruso Yuri Malenchenko, se casó con su esposa Ekaterina Dmitriev desde 380 kilómetros sobre la Tierra en 2003.

En 2004, el astronauta estadounidense Mike Fincke escuchó desde la EEI cómo su esposa daba a luz a su hija, Tarali, cerca de Houston, Texas. En el dialecto indio que habla la familia de su mujer, Tara significa “estrella”.

También ha habido tragedia a bordo. El estadounidense Daniel Tani guardó luto desde la estación en 2007, cuando los equipos en tierra le comunicaron que su madre, de 90 años, había muerto en un accidente de tráfico.

En 2011, el astronauta estadounidense Scott Kelly supo que su cuñada, la congresista de Estados Unidos Gabrielle Giffords, había recibido un disparo en la cabeza y había sobrevivido.

Una de las misiones más recientes en la EEI es también una de las más memorables. En 2024, los astronautas Butch Wilmore y Suni Williams subieron a la EEI para probar la nueva cápsula Starliner de Boeing en lo que iba a ser un viaje de una semana.

Sin embargo, permanecieron en la estación más de nueve meses por problemas de seguridad con la cápsula. La NASA recurrió finalmente a SpaceX, propiedad de Elon Musk, para traer a los astronautas de vuelta a la Tierra.

La mayoría de quienes han visitado la estación han representado a sus países, pero algunos aficionados han empezado a pagar por viajar al espacio.

El primer turista espacial, el multimillonario californiano Dennis Tito, voló con los rusos en 2001 pese a las objeciones de la NASA. Los rusos siguieron llevando clientes privados, incluido un equipo de rodaje que viajó a la estación en 2021.

La estación continúa recibiendo nuevas tripulaciones. En junio, los primeros astronautas en décadas de India, Polonia y Hungría fueron recibidos en la estación junto con Peggy Whitson, la primera mujer en comandarla.

La estación ha sido también el lugar donde se han llevado a cabo miles de proyectos de investigación. Gracias a las pruebas en la EEI, los científicos desarrollaron sistemas de soporte vital que pueden emplearse en vuelos comerciales entre estaciones espaciales para las próximas misiones Artemis, según la NASA.

Los investigadores han cultivado más de 50 especies de plantas en la estación, incluidas hortalizas, cereales y legumbres, y están probando cómo ampliar la producción para sostener la vida en el espacio sin necesidad de envíos.

Los astronautas han sido pioneros en la impresión 3D de herramientas y repuestos desde la estación.

El final de la EEI

La EEI se acerca al final de su vida útil. Hay planes para que la NASA, la rusa Roscosmos y los demás estados socios desorbiten la estación.

La “vida técnica” de la estación se ve afectada por el elevado número de acoplamientos y desacoplamientos realizados por las tripulaciones a lo largo de 25 años, según la NASA, además de por las bruscas variaciones de temperatura en el espacio.

Rusia colaborará con los estadounidenses en la EEI hasta 2028 y Estados Unidos desorbitará finalmente todo el sistema cuando la estación se retire en 2030.

La NASA señala que Estados Unidos sustituirá la EEI por “plataformas propiedad de empresas y operadas por ellas” en órbita para futuras misiones a la Luna y a Marte.

La estación se retirará acercándola primero a la Tierra y ejecutando después una misión de reentrada que la hará impactar en una zona deshabitada del océano.

La NASA pagará a SpaceX casi 1.000 millones de dólares (866.000.000€) para sacar la estación de su órbita a comienzos de 2031, según ‘The Associated Press’. La empresa lanzará una cápsula de gran capacidad para acoplarla a la estación y guiarla hasta su punto de caída en el océano Pacífico.

Por parte de Europa, la ESA afirma que seguirá implicada en operaciones en órbita baja terrestre (LEO), como Terrae Novae, un programa de exploración que envía robots por delante de los humanos a la Luna y Marte.

También busca cerrar acuerdos comerciales sobre equipamiento en vuelo para apoyar la labor de los investigadores del bloque en el espacio.



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Escrito por Marie Ford

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