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¿Qué cambios provoca el amor en el cerebro? | Salud y bienestar


Lo primero que pensé al leer tu pregunta fue que me surgía una nueva interrogación, ¿a qué amor se refiere? Es posible que sea al amor romántico o al materno o paterno filial. Porque la cuestión es que existen diversos tipos de amor. Según un artículo publicado en 2024 en la revista científica Cerebral Cortex, se pueden distinguir seis tipos de amor que afectan de forma diferente al cerebro.

En el artículo al que me refiero, las autoras y autores dividen los tipos de amor en dos grupos. El primero incluye las categorías interpersonales de amor, es decir, entre seres humanos: el amor paterno o materno filial, el romántico, la amistad y el amor con extraños, con personas con las que no se tiene otro vínculo. El segundo grupo se refiere a los amores no interpersonales y ahí encontramos el amor a las mascotas, aquí además hacen una distinción entre las personas que tienen y las que no tienen mascotas, y el amor por la naturaleza o la contemplación de la belleza.

El estudio sugiere que no todos los tipos de amor afectan al cerebro de la misma manera. Lo que se produce es como un degradado en la actividad cerebral, es decir, vamos de más a menos actividad cerebral según se trate de relaciones que implican mayor intimidad o cercanía. A medida que disminuye la cercanía, la respuesta del cerebro también se reduce.

Es importante señalar que no existe una única área del cerebro relacionada con el amor, lo que quiere decir que no podemos situar el amor en una zona concreta de nuestras cabezas. Esto es algo general en la neurociencia actual que huye de aquellos intentos por asociar un área cerebral concreta a cada función. De lo que hablamos ahora es de redes dinámicas interconectadas.

Y en ese sentido, el artículo del que te hablo refleja que, de manera general, todos los tipos de amor activan el sistema de recompensa en el cerebro. Es decir, aquel que se pone en marcha cuando algo te proporciona un beneficio. Este sistema incluye áreas subcorticales, circuitos de motivación y la red de saliencia, que está relacionada con la prioridad que le damos a distintos estímulos y a qué prestamos atención. Y el otro gran grupo de redes que se activan en el amor son las de la cognición social, porque al final el amor no deja de ser un vínculo, algo social.

Dentro de la cognición social, se habla de tres redes. Una de ellas es la de atención corporalizada, relacionada con nuestra capacidad de entender las intenciones y comportamientos de otras personas a través del cuerpo, generalmente asociada con el sistema de neuronas espejo, que es el que nos da los modelos corporales preexistentes por los cuales podemos anticipar o sentir lo que otra persona está sintiendo. Otra red implicada en la cognición social es la que participa en la empatía y la última, es la red de mentalización o de la teoría de la mente, involucrada en la interpretación de la conducta, tanto la propia como la ajena y que nos permite ponernos en el lugar de la otra persona.

Así que en el amor general, en todos los tipos de amor, se activa el sistema de recompensa (áreas subcorticales, red de saliencia y motivación) y el sistema de cognición social (atención corporalizada, empatía y mentalización). Lo que también observaron en esta investigación es que cuanto más lejano es el vínculo, la actividad cerebral de esas áreas va perdiendo peso. Es decir, a mayor cercanía e intimidad con la persona, mayor activación cerebral y a menor vínculo, menos activación.

Además, hallaron que algunas áreas cerebrales se activan únicamente en los amores interpersonales. Con estos tipos de amor, se activan también zonas del tronco encefálico (la parte del cerebro que conecta directamente con la médula espinal). Y, particularmente, el amor parental y el amor romántico son los únicos tipos que aumentan la actividad en el cerebelo, situado a la altura de la nuca.

En cambio, en los amores que no son interpersonales (mascotas y naturaleza), las redes implicadas en la cognición social no se activan, excepto en las personas que tienen mascotas. En estas personas, sí se registra actividad cerebral en una de las zonas que es llave maestra de la cognición social, la unión temporoparietal, lo que sugiere que el vínculo con su mascota puede generar una respuesta cerebral similar a la de los vínculos humanos.

Ana Belén López-Rodríguez es coordinadora de Investigación en el Servicio de Neurología del Hospital Universitario de La Princesa de Madrid. Divulga neurociencia en redes sociales en “Matrioska Leré”.

Coordinación y redacción: Victoria Toro.

Pregunta enviada vía email por Antonio Loma-Ossorio Blanch.

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Escrito por Luisa Sanchez

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