El Polo Norte siempre fue sinónimo de frontera imposible. Bajo su hielo, solo unas pocas potencias lograron operar en secreto durante la Guerra Fría. Ahora, casi medio siglo después, un submarino chino ha desaparecido bajo esa misma capa helada. Lo que a primera vista parece un triunfo científico es también una declaración estratégica: Pekín ya juega en el tablero ártico, donde el deshielo está revelando tesoros y tensiones a partes iguales.
Una misión en condiciones extremas

El sumergible Jiaolong completó una inmersión inédita bajo el casquete polar, acompañado por cuatro buques de apoyo. Navegar en este entorno es una odisea: las comunicaciones con la superficie se vuelven inestables, los sistemas de posicionamiento pierden precisión y los bloques de hielo en movimiento pueden convertirse en un laberinto letal. La misión fue descrita por las autoridades chinas como “un salto en las capacidades de exploración en aguas profundas”.
China entra en un club exclusivo

Hasta ahora, solo Estados Unidos, la URSS y el Reino Unido habían demostrado operar bajo el hielo del Ártico. El USS Nautilus, pionero en 1958, marcó un hito en plena Guerra Fría. Décadas después, otros siguieron su estela. Con el Jiaolong, China se suma a ese grupo reducido, aunque insiste en que su propósito principal es la ciencia. El simbolismo geopolítico, sin embargo, resulta difícil de ignorar.
El Ártico que cambia con el clima

El deshielo acelerado ha convertido a esta región en un espacio codiciado. Nuevas rutas marítimas reducen los trayectos entre continentes y vastas reservas de hidrocarburos permanecen bajo el fondo marino. Desde 2015, Pekín se define como “estado cercano al Ártico” y multiplica sus estudios científicos: mientras Estados Unidos reducía su producción académica en la zona, la china se quintuplicaba. El mensaje es claro: la ciencia también es un vector de influencia.
Ciencia, poder y precedentes
El gesto recuerda inevitablemente a 2007, cuando Rusia plantó una bandera de titanio en el lecho marino ártico. En esta ocasión no hubo banderas, pero sí un submarino capaz de hacer visible la ambición de Pekín en la región. El Jiaolong simboliza cómo la investigación científica puede servir de avanzada en un escenario donde la diplomacia y la competencia se superponen.
El Jiaolong no solo exploró las profundidades del Ártico: navegó también por el delicado terreno entre ciencia y poder. En un mundo marcado por el cambio climático, la capa de hielo que se derrite deja al descubierto mucho más que agua: rutas, recursos y, sobre todo, la pugna silenciosa de las potencias que quieren apropiarse del futuro polar.