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Secciones competitivas

Bandera de largada para la Competencia Oficial Internacional del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, que comenzó a transitar su 26° edición hace un par de días. Como viene ocurriendo desde la entrega realizada en 2021, la principal sección competitiva está integrada indistintamente por cortos y largometrajes, todos ellos primeras, segundas o terceras películas en las respectivas carreras de los realizadores, oriundos de todas partes del mundo.

Así, los quince largos que están en condiciones de obtener algún premio (también se exhibirán dos films fuera de concurso) llegan de países como Austria, Bélgica, Chile, España, Francia, Georgia, Grecia, India, Israel, México, Paraguay, Portugal, Suiza y, desde luego, Argentina. De la mano de la diversidad geográfica es de esperar un amplio abanico de estéticas y temáticas, con títulos que ya tuvieron un amplio recorrido en otros festivales y otros que llegan como auténticas novedades, ya sea en calidad de estreno mundial o internacional.

Le tocó a “Una quinta portuguesa” abrir el juego de la competencia, recién llegada del Festival de Málaga, donde tuvo su estreno mundial. La segunda película de la española Avelina Prat – una arquitecta de profesión aplicada a la realización cinematográfica desde hace unos años- es, en realidad, una coproducción entre su país natal y Portugal, aunque a esos dos idiomas se le suma un tercero: el serbio.

El gran protagonista del relato, reposado aunque silenciosamente intenso, es Fernando, un profesor de geografía que un día como cualquier otro descubre que su mujer lo ha abandonado, sin dejar siquiera una carta y mucho menos coordenadas de destino. Superada la inquietud inmediata y posterior bajón, el hombre viaja a una ciudad costera portuguesa sin planes certeros y, por esas cuestiones del azar termina adoptando otra identidad, la de un jardinero que acaba de aceptar un trabajo estacional en los amplios jardines de una casa quinta tradicional del interior portugués.

Manolo Solo compone un personaje meditabundo e introspectivo, al tiempo que Amalia (la gran Maria de Medeiros), su nueva patrona, encarna un tipo de personalidad casi opuesta. Dejando de lado desde un primer momento los engranajes del suspenso como motor narrativo -si su verdadera identidad es o no es descubierta no tiene realmente demasiada relevancia-, Prat se concentra en la evolución de los vínculos entre los personajes: además de Amalia, allí trabaja una joven y muy embarazada asistente y un grupo de exiliados angoleños que regresaron al país de sus padres luego de la independencia de la excolonia suelen visitar a la dueña de casa. Una elipsis de varios años y el regreso a Madrid tuercen el rumbo de la película, dividida claramente en tres segmentos, transformándose momentáneamente en una delicada reversión de Vértigo. “Una quinta portuguesa” demuestra el talento de la directora para construir historias reconocibles, familiares incluso, pero que, sin embargo, no le deben nada a las imposiciones genéricas o a los ritmos del cine algorítmico, optando en cambio por un tono amable y plácido, como tomarse unas copas de oporto fresco en un jardín rodeado de naranjos y almendros.

Nada más alejado del mundo sosegado de ese jardín lusitano que el deporte que practica profesionalmente Sarah, la protagonista de Moon: las artes marciales mixtas. El tercer largometraje de la iraquí radicada en Viena Kurdwin Ayub encuentra a la joven en cuestión en lo que sin duda es su última ronda, humillada en el ring y con el rostro ensangrentado. Las perspectivas de cara al futuro no son muy luminosas -enseñar el deporte a chicas sin demasiado temple o deseo-, hasta que una videollamada desde Jordania la pone nuevamente en camino. La misión parece sencilla e implica visitar diariamente.La mansión de una familia multimillonaria se convierte en un escenario para una lección de defensa personal para sus tres hijas. Sin embargo, pronto descubre Sarah, instalada en un hotel de lujo, que las adolescentes son poco menos que esclavas en su propio hogar, salvo algunas escapadas al shopping con un guardaespaldas.

“Moon”, producida por Ulrich Seidl, es un estudio de personaje y una crítica aguda a las tradiciones que impiden la libertad femenina. La actuación de Florentina Holzinger es destacada como Sarah, una joven con tendencias nihilistas que se abre a nuevas experiencias.

La película también explora la crueldad y la empatía, culminando en una decisión que pone en peligro la vida de la protagonista. Tomás Alzamora presenta “Denominación de origen”, un drama basado en un caso real sobre una disputa entre productores de longanizas en Chile.

A continuación, las películas “Moon” y “Denominación de origen” se exhiben en el Festival de Cine de Buenos Aires (Bafici). “Moon” se muestra el viernes a las 13 y el domingo a las 13:40 en Cinépolis Plaza Houssay 2. “Denominación de origen” se exhibe el viernes a las 14:40 en Cinépolis Plaza Houssay 1 y el domingo a las 13:20 en Centro Cultural San Martín 1.

Escrito por Marie Ford

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