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El cheque bebé

Cuando Jose Luis Rodríguez Zapatero habló en 2007 del cheque bebé, muchas personas se llevaron las manos a la cabeza. Eran 2.500 euros que el Estado iba a repartir a la familia de cada niño o niña que naciera en España, independientemente de su renta. “No hay ni la más mínima posibilidad de cambiarlo”, afirmaba el por entonces presidente del Gobierno dos años después de implantarlo para que terminara desapareciendo en 2010. La polémica ya no era solo el precio a pagar -el primer año se presentaron 400.000 solicitudes que supuieron más de 1.000 millones de euros (en total en tres años supusieron 2.500 millones)- sino también la eficacia que podía tener.

Lo criticó la izquierda, a la que no le gustaba que esta medida fuera tanto para familias pobres como ricas; lo criticó la derecha, que lo veía una medida electoralista; lo criticó la Iglesia, porque al ser universal incluía a madres solteras y parejas homosexuales y claro, eso de “promover que los hijos vengan al mundo sin padre o sin madre no se debe hacer”, dijo en su momento un portavoz de la Conferencia Episcopal. Incluso se criticó desde la Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas en voz de su presidenta Ana María Pérez, quien dijo que era una iniciativa fundamentalmente “natalista” y que en ese sentido le parecía bien que la quitaran.

El fin de esta ayuda era fomentar la natalidad y la conciliación laboral y familiar. Y más allá de la opinión de los distintos sectores de la sociedad, ¿cuál es la visión de la ciencia? Un estudio reciente publicado por investigadoras españolas de distintas universidades europeas ha llegado a la conclusión de que esta transferencia económica universal no ha mostrado efectos significativos en la salud ni en el rendimiento académico de los niños beneficiados. No se han visto aspectos clave del desarrollo infantil ni a corto ni medio plazo.

La investigación se centró en una muestra de niños nacidos entre 2006 y 2007, comparando aquellos que nacieron justo antes y después de la introducción del beneficio de 2.500 euros. A través de un diseño metodológico robusto, denominado “diferencias en discontinuidad”, se analizó si la introducción de este subsidio impactó variables clave como los problemas de salud, las hospitalizaciones, los rendimientos académicos y otros indicadores del desarrollo infantil. Según las investigadoras, no se han encontrado evidencias de cambios significativos en las tasas de hospitalización, ni en la frecuencia de problemas de salud como infecciones, lesiones o trastornos respiratorios.Acreditación de subsidios universales en España no produce mejoras en la salud y el rendimiento académico de los niños

Un grupo de académicos en matemáticas y español, junto con derivaciones para especialistas, han publicado un estudio que analiza el impacto del subsidio universal “cheque bebé” en España. El subsidio, que se estableció en 2007, equivalente a casi cuatro veces el salario mínimo mensual en España en ese año, no encontró evidencia de cambios significativos en las tasas de hospitalización ni en la frecuencia de problemas de salud como infecciones, lesiones o trastornos respiratorios. Además, los resultados académicos de los niños en las evaluaciones de matemáticas y lengua no mostraron variaciones detectables.

Este resultado es relevante no solo para España, sino también para la discusión global sobre el impacto de las transferencias económicas universales en la infancia. Los datos sugieren que las políticas de ingresos no necesariamente se traducen en mejoras a largo plazo en la salud y el rendimiento académico de los niños.

Los autores del estudio destacan que las políticas que vinculen los recursos a gastos específicos, como los programas de salud infantil o los subsidios para la educación, podrían ser más eficaces para promover el desarrollo infantil. La evidencia sugiere que intervenciones más focalizadas, que no solo aumenten el ingreso, sino que orienten el gasto hacia necesidades concretas, como la nutrición, el acceso a cuidados médicos o el apoyo educativo, podrían tener un mayor impacto en la mejora de la calidad de vida y el bienestar de los niños a largo plazo.

El análisis se extiende a otros países con programas similares, y los expertos argumentan que si bien las transferencias directas de dinero pueden ayudar a las familias a afrontar problemas financieros a corto plazo, los efectos en el bienestar infantil a largo plazo son limitados sin una orientación específica del gasto. En cambio, programas dirigidos a la educación temprana, a la mejora de la salud infantil y a la formación de los padres podrían ser más efectivos para romper el ciclo de la pobreza y mejorar las oportunidades de desarrollo para los niños.

Este estudio también abre el debate sobre la efectividad de las políticas de subsidios universales frente a las políticas condicionadas, especialmente en contextos donde el acceso a servicios públicos como la salud y la educación ya está garantizado. En este sentido, el estudio apunta a que el fortalecimiento de los servicios públicos podría ser una vía más efectiva para abordar las desigualdades en la infancia que la mera distribución de fondos sin condiciones.

Escrito por Luisa Sanchez

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