La cita de Alfred Marshall sobre la economía como ciencia pura y aplicada destaca su enfoque en la descripción de los fenómenos económicos y su opósito a la idea de que la economía es solo un arte. Marshall, considerado uno de los padres del análisis económico moderno, también es recordado por su papel en la transformación de la economía en profesión en Cambridge, Inglaterra, en el siglo XX.
Sin embargo, Marshall tuvo una actuación contradictoria en cuanto al acceso de las mujeres a la educación y la profesión en economía. A pesar de enseñar economía a una clase de estudiantes femeninas en el Newnham College, se opuso vehementemente a la idea de que las mujeres pudieran obtener una licenciatura en economía y, en realidad, su alumna y coautora Mary Paley no fue incluida en la segunda edición de su texto “Economics of Industry”.
Keynes, en sus Ensayos biográficos, menciona la reflexión de Marshall sobre su propia evolución de pensamiento, que se remonta a una lectura de la obra de Mill sobre economía política. Sin embargo, resulta sorprendente que Marshall haya leído a Mill, un destacado feminista y heterodoxo, dado que su trabajo no se enfoca en cuestiones relacionadas con la igualdad de género. Además, su análisis de la desigualdad económica no tiene cabida en sus elaboraciones sobre los precios, que se centran en el marginalismo y el costo de factores.
La cita de Marshall destaca la influencia de Harriet Hardy Taylor Mill, pareja de John Stuart Mill, en su obra, lo que cuesta creer que no hubiera tenido un impacto en su perspectiva sobre la igualdad de género. En realidad, la visión de Marshall sobre la economía política parece estar más centrada en la explicación de los precios y la teoría del valor trabajo que en el análisis de la desigualdad económica y sus causas.Federico Novelo y Urdanivia
El retorno de la economía política
Focalizó sus indagaciones en la forma en que el producto se distribuye entre dueños de la tierra, inversionistas y trabajadores, asumiendo que, con los salarios de subsistencia, el trabajo producía más de lo que recibía como remuneración; así, y sin quererlo, sirvió la mesa para la teoría marxista de la explotación.
David Ricardo combinará una sólida amistad y una insuperable discrepancia con Robert Thomas Malthus, quien percibía a la fuerza dinamizadora del sistema en su definición (Keynes la llamaría intuición) de la demanda efectiva, exclusivamente referida a la que opera sobre los bienes de consumo.
John S. Mill sintetiza, y modifica, a David Ricardo, colocando en el sitio de la teoría del valor, al costo de factores (no solo el trabajo); la rama malthusiana, por mucho tiempo ignorada, hará florecer a la teoría keynesiana, mediante una ampliación de la demanda efectiva, hacia la inversión y el gasto gubernamental, pero también enfrentada a la duradera y errada Ley de Say invirtiendo los términos (es la demanda la que genera la oferta, y no al revés).
Una rama imprevista, distinta al utilitarismo benthamita y surgida en muy diferenciados ambientes, aparece en el panorama como marginalismo; más sorprendente por su simultaneidad que por su valor intelectual: “Se supone de ordinario que el término ‘revolución marginal’ se refiere al descubrimiento casi simultáneo, pero completamente independiente, del principio de la utilidad marginal decreciente como el bloque fundamental de una nueva clase de microeconomía estática, realizado por Jevons, Mengers y Walras a principios del decenio de 1870 […] no se puede creer que tres hombres que trabajaban aproximadamente al mismo tiempo en climas intelectuales tan diferentes como los de Manchester, Viena y Lausana, pudieran haber captado por accidente la misma idea” (Mark Blaug, 1985, Teoría económica en retrospección, FCE, México, p. 374).
Sin la menor atención a la teoría marxista (y a la de Mill), Marshall intenta -a un tiempo- servir a Ricardo y a los marginalistas, construyendo los orígenes del actual mainstream, montado -ayer y hoy- en supuestos tan irreales que -conservando su coherencia interna- no tiene aplicabilidad alguna a la realidad, aunque constituye la columna vertebral de la enseñanza universitaria de la economía (más acertadamente, de las escuelas de negocios, aunque tengan otra denominación).
Como quiera que sea, la economía política está de regreso. No en esa confusa interpretación que la identifica con la crítica marxiana ni, mucho menos, la que (Lenin dixit) constituyó una fuente y parte integrante del marxismo: la clásica inglesa. La que ahora retorna es aquella que combina, en la interpretación keynesiana, a la mejor teoría económica con el arte de gobernar.